EL CAMINO AL MICTLÁN
Hoy que celebramos el Día de Todos los Santos, fecha emblemática de la festividad religiosa de Día de Muertos, es el día que se honra a los seres queridos que han fallecido, día en que los cementerios son visitados por miles de personas que acuden a recordar a los suyos, adornando las tumbas con flores, rinden tributo a quienes se han adelantado en el camino al Mictlán.
Así como los altares deben contar con elementos que no pueden faltar, como la flor de cempasúchil, el copal, semillas y frutas, también existe un personaje que es vital para que las alamas de los difuntos lleguen a Mictlán, su destino final, me refiero al perro Xoloitzcuintle.
En la época prehispánica existían diferentes tipos de perros nativos en los pueblos nahuas, entre los que destaca la presencia del xoloitzcuintles o “perro pelón mexicano”.
El perro Xoloitzcuintle tenía una misión fundamental para ayudar a las almas a llegar al Mictlán. Se creía que esta raza, originaria de nuestro país, guiaba a los espíritus por un profundo y caudaloso río cuya meta final era la ciudad de los muertos.
De acuerdo con la leyenda, si la persona había tratado mal a los animales en vida, el Xolo se negaría a ayudarlo a pasar. Sin embargo, si se les daba un trato digno a los perros, tomaría el alma, la pondría sobre su lomo y la llevaría a salvo hasta el otro lado.
Los Xoloitzcuintles estaban asociados con “Xolotl”, dios de la muerte. Siguiendo con la leyenda, si el perro era de color negro, no podía llevar a las almas porque esto indicaba que ya se ha había sumergido en el río.
En tanto, los Xolos de color blanco o muy claro tampoco lograrían llevar a las almas al Mictlán, pues esto significaba que eran muy jóvenes y no tenían la madurez para concretar la misión espiritual.
Solamente los perros de color gris jaspeado serían los encargados de cruzar el inframundo para dar a las almas un descanso digno.
Es así, como cada elemento que conforman la celebración del Día de los Muertos, son parte de profundo misticismo, donde se confronta la vida y la muerte, muerte a la que celebramos hoy con rezos, cantos y las viandas y música favorita del difunto y donde no puede faltar la presencia del mejor amigo del hombre.