“Levantar un andamio no es edificar”
Napoleón III
No tenemos que hacer un recorrido por el pasado lejano. Basta mirar a nuestro alrededor y reconocer que en otras latitudes, en otras democracias, el combate a la corrupción da frutos.
¿Cuántos? ¿Significativos? Aún no lo sabemos, pero al fin y al cabo, frutos que nos demuestra que es posible dar golpes certeros a este terrible mal que aqueja a todas las sociedades.
Si volteamos los ojos a Guatemala, reconoceremos que el ex Presidente Otto Pérez y buena parte de su gabinete fue encarcelado por asociación ilíciga, enriquecimiento ilícito y defraudación aduanera.
En Perú, el Presidente Pedro Pablo Kuczynski renunció el pasado 21 de marzo ante videos y grabaciones que evidenciaban la compra de votos de congresistas a cambio de obra pública.
En Israel, el Primer Ministro, Benajmín Netanyahu ha sido acusado por sobornos, fraudes y abuso de confianza al haber recibido regalos de empresarios con interéses en su país por el orden de los 283 mil dólares.
Y el caso más reciente, Luis Inacio Lula Da Silva encarcelado por corrupción y lavado de dinero relacionado con Petrobras y Odebrecht, la misma empresa que ha denunciado haber otorgado sobornos para la campaña del actual Presidente de México.
Estos ejemplos internacionales en los que los incluso los mandatarios de diversas naciones han sido objeto del escrutinio de la ley solo ponen a México en una situación vergonzante ante la falta de resultados en el combate a la corrupción.
Pemexgate, Fobaproa, Amigos de Fox, Casa Blanca, Estafa Maestra y el desvío de recursos públicos y donaciones internacionales para enfrentar las consecuencias del sismo del 19 de septiembre de 2017 son sólo algunas manchas en el expediente de nuestro país que han ocasionado que, incluso, la Organización de las Naciones Unidas mostrara preocupación “por los altos niveles de corrupción e impunidad que persisten en el Estado”; así como “la falta de protección adecuada contra las personas que denuncian o investigan sobre casos de corrupción”, como consideró el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas a través del informe presentado en Ginebra el pasado 28 de marzo.
¿Qué hace que el combate a la corrupción en otros países sea exitoso? El fortalecimiento y la autonomía (real y no de membrete) de las instancias encargadas en control y la fiscalización son, desde mi perspectiva, los ingredientes de la receta que la vuelven eficaz.
No basta, ni bastará con exigir rendición de cuentas; se necesita que esa exigencia se materialice en un verdadero ejercicio obligatorio, constante y permanente de informar, bajo el principio de transparencia, sobre decisiones y manejo de recursos; justificar en público y sancionar a quienes hayan violado la ley en el cumplimiento de sus deberes.
Eso se logrará a través de mejores leyes, vinculadas, homologadas, aplicables; de autonomía técnica y financiera de los órganos encargados del control y la fiscalización ajenos a cualquier poder; y, de ciudadanos activos, informados e interesados no solo en exigir la rendición de cuentas sino en participar en las decisiones del Estado.
Con la constitución del Sistema Nacional Anticorrupción y los sistemas locales se ha levantado un adamio. La edificación nos corresponde a todos, a cada uno desde la propia trinchera.