ADIÓS AL BUEN VECINO
Todo hace suponer que vienen tiempos sumamente difíciles para el gobierno de la cuarta transformación, ya que existe un fuerte rechazo en Estados Unidos a las políticas públicas adoptadas por el Presidente López Obrador en materia comercial, migratoria y energética, pero especialmente, las que se refieren a la estrategia de seguridad y respeto a los Derechos Humanos.
La tensión entre ambos países ha ido en aumento desde el intento de reforma de la Ley Energética, proyecto que fue rechazado en el Congreso por los legisladores de oposición, y que desde un principio el gobierno de Washington había cuestionado abiertamente.
Después, han venido los repetidos reclamos por la inacción del gobierno mexicano por no combatir la trata de personas e impedir las caravanas de migrantes centroamericanos que, tras recorrer todo el territorio nacional bajo protección del gobierno, llegan a la frontera de Estados Unidos dónde al ser rechazados, se convierten en presa fácil de polleros y tratantes o aún peor, caen en las garras de los grupos criminales, provocando una verdadera crisis humanitaria.
Lo reciente, es el desencuentro por las acusaciones de Estados Unidos y Canadá, de que el gobierno de López Obrador ha violado varias disposiciones del T-MEC en materia de energía, tanto en lo referente a hidrocarburos como a la electricidad.
Insisten en que México no ha cumplido varios de los apartados del Tratado, como el de igualdad a socios que a nacionales; a éste reclamo el mandatario mexicano siempre ha rechazado las imputaciones porque considera que los artículos invocados por sus socios no aplican a la energía.
Advirtió que contestaría a los reclamos de Ottawa y Washington el próximo 16 de septiembre, seguramente durante un mensaje a la nación lleno de nacionalismo y donde llame a los mexicanos a defender el petróleo y la energía eléctrica.
El arbitraje comercial sigue su curso y si la decisión es contraria a México, los gobiernos de Estados Unidos y Canadá comenzarán a cobrar aranceles a productos mexicanos por un monto que puede ascender a unos 30 mil millones de dólares.
Pero la gota que derramó el vaso, ha sido la incipiente lucha de las autoridades mexicanas contra los grupos de la delincuencia organizada y el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, que más que combate ven como complicidad y lo acusan de que al no combatir al narco, las calles se han inundado del fentanilo, opioide sintético altamente adictivo y que está matando a miles de jóvenes y otros usuarios día a día en la Unión Americana.
Ya existe una larga lista de reclamos de diversos sectores de la sociedad estadounidense contra el gobierno de López Obrador. La lista incluye las inversiones en materia de energía y de transgénicos, pero también por la politización de la justicia en México, el asesinato de periodistas, activistas y defensores de los derechos humanos.
En fin, todo hace suponer que la época del buen vecino llegó a su fin, toca conocer ahora al verdadero Tío Sam, el del gran mazo que, con una sola sacudida puede provocar la peor crisis económica en la historia moderna de México, la cual seguramente enfrentaríamos los mexicanos más empobrecidos, pero eso sí, con mucha dignidad.