POPULISMO AFECTA DEMOCRACIA EN LATINOAMÉRICA
No solo en México está en peligro la democracia; Latinoamérica está viviendo un movimiento llamado populista que, en la realidad, no tiene nada de popular, ya que solo ha generado más pobreza y polarización en las sociedades de la región.
La democracia latinoamericana está en serio riesgo por los casos de corrupción y abuso de quienes ostentan el poder. Ahí está el ejemplo de Nicaragua, Venezuela y Cuba, cuyos regímenes han sido acusados y sancionados por organismos internacionales por su constante violación a los derechos humanos y políticos de los ciudadanos.
En Colombia, Chile, Argentina y Brasil, donde también hay gobiernos populistas, ya presentan signos de división social y preocupación por parte de sectores de la población, que ven con preocupación que su incipiente democracia no resiste los embates totalitarios.
Como si fuera copia y pega, todas esas naciones han cuestionado a las instituciones y se preparan para acotar los derechos electorales de los ciudadanos, como está sucediendo en México con la aprobación del Plan B de López Obrador y su partido.
O sea, todos preparan la dictadura perfecta, donde los poderes Legislativo y Judicial están al servicio de presidente en turno, donde no hay contrapesos, donde no se permiten las críticas ni la oposición, donde la ciudadanía va perdiendo poco a poco libertades y donde desean controlar las instancias electorales para perpetuarse en el poder.
La democracia y las instituciones deben prevalecer para que América Latina prospere y se desarrolle, para que pueda vencerse las abismales desigualdades sociales y se reduzca la pobreza en la que viven 184 millones de personas que habitan la región.
Especialmente en las zonas rurales donde las familias viven en condiciones de pobreza extrema, donde además de la infancia, otros grupos de población afectados en mayor medida por la pobreza son la juventud, las mujeres, los pueblos indígenas y las personas con discapacidad.
Hay una similitud, todo ellos utilizan a los pobres como “estrategia política” para conservar el poder, como lo aceptó públicamente el presidente López Obrador, quien es la muestra más clara del fracaso de ese sistema político que como ya dije, de popular no tiene nada, pues más parece un culto a la vanidad y al ego de quien gobierna.
Lo bueno es que el mal no dura para siempre.
