EL CARRETERO DE LA MUERTE
Hace ya muchos años visité la población de Márbacka, en la zona meridional de Suecia. El único motivo para ir ahí fue que en esa localidad nació y murió una extraordinaria mujer.
Esa dama fue la primera mujer que recibió, en 1909, el Premio Nobel de Literatura; y se llamó Selma Ottilia Lovisa Lagerlöf (1858-1940).
Cuando cursé la secundaria en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo leí ‘El maravilloso viaje de Nils Holgersson’, escrito por Selma Lagerlöf; y me fue tan atractiva esa obra que seguí leyendo todos los libros, traducidos al español, de esta autora escandinava.
Su infancia fue de estrechez económica y física. Desde su nacimiento tuvo una afectación en su cadera, y la prolongada enfermedad de su padre la sorprendió a muy temprana edad.
Los escasos libros de su casa, y de su escuela, le llamaron la atención; así comenzó su vida de lectora, actividad que nunca dejó, conduciéndola a soñar que, algún día, ella escribiría libros.
Lo más cercano a sus propósitos era ser maestra, pero sólo en Estocolmo había escuelas para docencia; y allá se fue, con muchas dificultades económicas, hasta obtener su título de profesora de primaria.
Su trabajo en la enseñanza y su amor a la lectura le auxiliaron a realizarse como escritora.
Ese primer libro que leí, de esa genial creadora, tiene como principal personaje a un niño que por su egoísmo fue castigado por un duende; éste achicó a aquél hasta un tamaño de 14 centímetros, y le impuso volar en los lomos de un ganso blanco que estaba haciendo la migración anual rumbo al norte de Suecia.
Así, el pequeñísimo Nils vivió y padeció a toda la gansada, y se aventuró en ese enorme espacio de la impresionante y hermosa Laponia.
Concluí, gozoso, ¡el encanto de ese libro!
De inmediato, sujeté a lectura otra obra de Selma Lagerlöf, ‘El carretero de la muerte’; de un canto infantil a la vida, pasé a un doliente poema sobre la muerte.
Selma tomó de fondo para ese libro una impactante leyenda sueca. El alma de cada ser humano que muere es recogida en una carreta, y en este armatoste se amontonan y acarrean todas las almas de todos los muertos del año.
Y como alguien tiene que ser el carretero que conduzca ese artefacto, el último humano que muere en el año es el encargado de dirigir esta carreta jalada por un caballo tétrico y fúnebre.
El pesar del carretero de la muerte está entretejido magistralmente, por Lagerlöf, con dos personajes: Sor Edit, inocente y caritativa monja del Ejército de Salvación, y David Holm, el maloso borrachito del pueblo, quien, con su significado arrepentimiento, generado por la ternura redentora de la monja, se salva de tan aterradora carga.
Estas vivencias y recuerdos los obsequio a los lectores, en este fin del año 2024, y para este inicio de año 2025.
Lo que nace y lo que muere constituye la existencia.
Los límites del tiempo están difuminados; empero, nuestros sentimientos, en el fondo, son precisos, y los míos los externo, deseando a todos, lo mejor de la vida.