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sábado, abril 19, 2025

2 DE NOVIEMBRE

teodorobarajas

Aún con el avance de la globalización que puede vulnerar la identidad de los pueblos, en nuestro país se mantienen en lo alto los estandartes de la tradición, las costumbres con estatus de leyes no escritas que dejan ver la riqueza y el amalgama cultural, una manifestación de ello es, sin duda, la celebración del Día de Muertos que en Michoacán adquiere una importancia superlativa.

El Día de Muertos es, finalmente, una celebración de vida. Ello sucede sobre todo en las zonas indígenas de nuestra patria, en las que las raíces de cada cultura aún están vigentes y se manifiestan con sacro simbolismo que encierra una enseñanza vital a través de la muerte misma.

Efectivamente, para la mayoría de nosotros, tanto en las culturas occidentales así como aquellas que se ubican en puntos geográficos distantes, nuestros muertos no han desparecido, sino que su espíritu se ha trasladado a otra dimensión existencial donde continuarán un proceso evolutivo cuyo misterio se encierra en la infinitud del Universo.

Los lazos terrenos se manifiestan a través de la fuerza mayor del Universo: el amor. En la Meseta Purépecha, la zona Lacustre –Pátzcuaro- regiones significativas de Michoacán, las raíces purépechas son evidentes en la celebración del Día de Muertos, una festividad pagano- religiosa, ya se incluyen ahí elementos de las tradiciones y religiones vigentes en nuestra patria desde antes de la llegada de los españoles, hasta nuestros días.

En las zonas indígenas permanece con honda raigambre la memoria colectiva, donde se encuentran las vertientes singulares de una celebración que festeja la vida más allá de la muerte. Para nuestros antepasados la vida se medía por instantes de luz y todo lo existente era parte de una dinámica que giraba alrededor de un orden universal. De acuerdo a la filosofía de los pueblos americanos, la muerte no es más que una prolongación de la vida.

En los últimos años estas actividades de larga data han adquirido una gran vigor en Michoacán, los altares, calaveritas, los rituales y toda la gama de colores impregnados de sincretismo están presentes, incluso en la película Coco se retoman algunos aspectos propios de estas fechas inspirados en la zona Lacustre.

De acuerdo a la filosofía de los pueblos americanos, la muerte no es más que una prolongación de la vida. Es un paso natural, la muerte es eternidad. En el pueblo michoacano, para sus habitantes, no hay separación de cuerpos y almas. En esta cultura la muerte se concebía no como una fuerza natural y salvaje- como en la occidental, sino como un elemento de la realidad social.

El universo de los purépechas estaba formado por tres partes: el cielo (auándaro)- la tierra (echerendo)- y el mundo de los muertos (cumiechúcuaro ó uarichao) respecto a las ofrendas, generalmente se preparan alimentos tradicionales para esperar a las “ánimas” o difuntos en sus hogares y/o en el panteón. En el caso de los niños muertos, se monta un altar en su casa, sobre todo el primer año de fallecido el infante, en el altar se colocan alimentos, dulces, frutas y juguetes. Las tradiciones son un cemento que une y proyectan un sello característico de identidad que goza de cabal salud.

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