La pandemia parece un oscuro guión de una película apocalíptica que parece interminable porque las cifras de contagios y fallecimientos se actualizan para ofrecer un panorama complejo, desesperante para alterar la vida cotidiana, cabalga por el mundo el coronavirus para propiciar múltiples efectos colaterales a todas luces dañinos.
Se trata de una catástrofe porque los sistemas de salud parecen colapsar, la desesperación acarrea ansiedad y el confinamiento ya parece destino manifiesto. México acumula más de un millón de casos acumulados y una cifra que rebasa los cien mil fallecimientos, en otros puntos del hemisferio global los números detallan la magnitud de la tragedia que se instaló en la posmodernidad con morfología de caos.
Aunque las recomendaciones de las autoridades son a toda hora y en diferentes medios, a un alto número de personas parecen no decirle nada, el descuido, la ausencia de cubrebocas y la falta de conciencia son evidentes en miles de estampas, lo mismo en el área urbana que en la rural, no se diga en sitios turísticos.
Los hospitales se saturan peligrosamente, el 30 de marzo se anunciaba la emergencia sanitaria, no se vislumbraba un panorama tan desolador como el actual, se veía lo que sucedía en Europa para asegurar que no nos tocaría una situación tan lamentable como la registrada en España o Italia, por ejemplo. No se visualizaba que superaríamos en la gravedad a dichos países. La realidad desenmascaró la situación para dimensionar el tamaño del problema de salud.
El presente año 2020 ha sido un lapso brutal porque reporta más muertos que nunca en los últimos tiempos en México, el Covid-19 ha sido, por mucho, la pandemia furiosa del siglo XXI. Ante los anuncios diversos de probables vacunas para el próximo año suele documentar cierto optimismo razonable para poner cerrojo a la mortandad, aunque mientras no se haga realidad no deja de ser una expectativa, mientras no se desdibuja la incertidumbre.
Ciudades desoladas, hogares de luto, discusiones entre actores políticos para llevar agua a su molino para lucir patéticos, ausentes de empatía y encerrados en su necedad.
Estamos en la parte final de un año que será inolvidable por los altos registros de la pandemia, nadie anticipó que sería de tal magnitud, fue un gran e intenso imponderable que convirtió la mañana en una noche atípica.
Mientras todo ello sucede, también siguen adelante el proceso electoral que inició en medio de la crisis sanitaria, será un asunto muy diferente a los anteriores, por ello debe imperar la responsabilidad porque los rebrotes son una amenaza que puede generar más problemas.
La violencia tampoco cede, los problemas climatológicos han expuesto la vulnerabilidad en muchos municipios del país como ha sucedido en Tabasco y Chiapas.
Deseable es que se cuente en breve con las vacunas para evitar más dramas, contagios y muertes en la naciente tercera década del siglo XXI. No obstante, la realidad indica que no tenemos el antídoto contra el coronavirus, por lo que este dramático lapso temporal se mantiene repleto de incertidumbre, angustia y soledad como rasgos cada vez más comunes en la actualidad.