La crisis por la que atraviesan los partidos políticos en México resulta obvia, los resultados así lo establecen, más allá de las justificaciones y plenos lugares comunes que sus voces al interior pretenden amortiguar tras las elecciones del mes anterior que les llegó una avalancha morenista.
En Europa la ultraderecha avanza y probablemente en Estados Unidos podría suceder lo mismo con Donald Trump tras el debate en donde salió mal librado el presidente Biden. En nuestro país el Partido de la Revolución Democrática está prácticamente en su liquidación tras 35 años de su fundación, el sol azteca agravó su decadencia en los últimos años en los que su militancia se fue agotando porque una inmensa mayoría decidió emigrar a Morena.
El Partido Revolucionario Institucional fue durante el siglo XX la potencia partidista que creó la narrativa política como un ogro filantrópico y un derivado de la revolución como lo profirieron incesante sus dirigentes conspicuos desde el origen del mismo en 1929, las modas sexenales desde el presidente Lázaro Cárdenas fueron evidentes, seis años de un poder casi absoluto, desde la cúpula del poder se designaba a gobernadores –etapa de cacicazgos-, legisladores e integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Durante la etapa de la presidencia imperial fue también la del partido hegemónico, el ejercicio simbiótico que contribuyó al diseño de un sistema político autoritario con una frágil oposición que legitimó el paradigma de aquellos tiempos que ahora ya no se podría concebir porque sería ir contracorriente de la normalidad democrática.
Las modas sexenales fueron dictados por los entonces inquilinos de Los Pinos, se registraron periodos de influencia izquierdista como la que encabezó Lázaro Cárdenas y el reparto agrario. Posteriormente Adolfo López Mateos señalaría que su gobierno era de izquierda dentro de la constitución.
También hubo mandatarios que se identificaban con las derechas como Miguel Alemán, Carlos Salinas de Gortari o Ernesto Zedillo Ponce de León. Ante todo lo que podríamos evocar de pasado priista ya casi no queda nada, además de su historia, luce disminuido, sin brújula y con una pésima dirigencia nacional que encabeza Alejandro Moreno Cárdenas.
Se habla de reformas, tanto de nombre como de ideología, se desliza que podría ser, por ejemplo, social demócrata, lo cierto es que el ocaso le ha llegado porque al final ninguna organización es eterna, a todas les alcanza su declive.
La etapa de las vacas gordas ya finiquitó para el Revolucionario Institucional, casi todos los partidos políticos en nuestro país tienen el ADN tricolor, los principales dirigentes de los mismos registran su pasado en el PRI, 71 años en el poder no pueden pasar desapercibidos, es parte de la cultura en una república que mucho tiene de surrealista.
La crisis partidista en México es evidente, una vez que concluyó el último proceso electoral la oposición parece no asimilar que la derrota fue estruendosa, no valen las justificaciones porque los números son contundentes, una amplia mayoría de mexicanas y mexicanos repudiaron a las organizaciones tradicionales, suponemos es urge hacer algo porque la derrota ha sido obvia y ha calado hondo.