La vida cotidiana mutó, el Covid-19 se enquistó para viralizar tragedias, angustias y desnudar negligencias. Nada es igual en el mundo porque millones se han contagiado y una alta cifra de personas ya han fallecido, la situación económica se agravó para generar desempleo. Todo un asunto catastrófico.
México ocupa un lugar relevante en cuanto a los estragos que ha dejado el temible coronavirus, más allá de las recomendaciones, el diseño de protocolos para contener su avance y los esfuerzos institucionales lo que se ha dejado ver es una negligencia brutal en muchas personas que no creen y se exponen temerariamente al contagio.
Es cierto que el Covid-19 llegó cuando nadie lo imaginaba, fue el feroz imponderable que avanzó a dentelladas para elevar la cifra de mortandad por el mundo, no había una política pública al respecto porque no se vislumbraba lo que sucedería.
Hace algunos meses se pensaba que en México no tendríamos los números que ahora ya se pueden constatar en cuanto a contagios y los índices de letalidad. El estrés junto a la ansiedad se han disparado ante el encierro obligado y prolongado. La vida no es la misma, ahora se lucha por retenerla
Las contradicciones entre los diferentes niveles de gobierno no han estado ausentes, una semaforización que no convence, un grupo de gobernadores que se han manifestado contrarios a las políticas que opera la Federación a través de Hugo López Gatell, al que no le han salido las cuentas.
Lo mismo sucede en algunos estados del país en donde el gobernador es de un origen partidista diferente a determinados presidentes municipales que deciden ignorar algunas medidas. Resulta ruin anteponer asuntos políticos partidistas a una emergencia que no deja de socavar la salud.
La vida cambió para siempre, mucha gente trabaja desde su casa, quienes pueden, un alto número se ha quedado sin ingresos, una gran cantidad de microempresas ya han cerrado con todas las consecuencias que derivan de ello.
No se vislumbra cuándo terminará esta pandemia de pesadilla, la famosa curva no se aplana, la angustia cabalga y los hospitales se saturan. Vivimos un tiempo marcado por el Covid-19, aunque los daños no han terminado también es cierto que la situación invita a sacar la mejor versión de la sociedad, esto significa no dejar la otredad, la solidaridad y empatía. La generosidad no puede petrificarse, así como son muchas las imágenes de personas que acuden a fiestas y antros sin guardar la sana distancia para hacer gala del egoísmo y la irresponsabilidad, también se han documentado casos de altruismo que nos hacen mantener la esperanza.
La vida cambió, la cotidianidad alteró su ritmo para vivirla de una manera diferente, con todo y cubrebocas, el rubro educativo inicia vía remota para evitar escenarios complicados, muchos compromisos se cancelaron o se han pospuesto por tiempo indefinido.
No obstante, hay muchas cosas por hacer y otras tantas por omitir para evitar mayor letalidad. Esta es la nueva realidad de la convivencia en tiempos del coronavirus.