La impunidad junto a la inseguridad han sido un binomio que deja una honda marca en el cuerpo social de nuestro país, a diario se registran actos de barbarie que ilustran un panorama desolador en donde hay una ausencia latente: la justicia.
Los agravios a una sociedad herida se presentan en una cantidad de horror para deambular por los custro puntos cardinales de México, autoridades omisas que han sido rebasadas por el crimen escurren el bulto y buscan justificaciones increíbles para eludir su responsabilidad; pretenden ignorar cuáles son los fines del estado para estacionarse en una pasmosa inmovilidad.
La impunidad se empoderó, el crimen organizado marca sus territorios para desplazar personas y fabricar pueblos fantasmas, ante ello el estado mexicano parece achicarse, los feminicidios han sido un signo de la brutalidad sin límites y constituye una narrativa temible en donde no se encuentra la justicia, no hay respuestas y si en cambio muchas interrogantes.
Mucha demagogia, escasos resultados y una incertidumbre incesante como el miedo en muchas personas que han perdido la fe en las autoridades las cuales han reflejado una verdadera ausencia de empatía ante las vivencias dramáticas derivadas de la inseguridad maridada con la inseguridad que arranca certidumbre y vidas humanas. Derechos humanos violentados, la realidad no admite maquillaje, es un problema enraizado, sistémico, los resultados los observamos a diario.
La clase política, en algunos casos, pretende sacar provecho de situaciones aberrantes, juega al oportunismo con relación a hechos lamentables. El problema de la violencia en nuestro país parece no importarle a quienes toman decisiones trascendentes, se va el tiempo en su politiquería rupestre que toma distancia de las auténticas causas del pueblo al que dicen querer y defender.
Dicha clase política no tiene un ápice de autocrítica, siempre sabrá como imputar a sus contrincantes los males que padecemos porque es el discurso más fácil, están rebasados y los partidos políticos cada vez tiene mayor repudio, ya los debates no son ideológicos porque apuestan más a las coyunturas con un sello pragmático que todo lo devora, sea por el inmediatismo
Algunos hablan de crear nuevos colectivos políticos, frentes y organizaciones en apariencia novedosos aunque al final quienes encabezan dichas formaciones son los permanentes administradores del desastre, los que tienen décadas en el trapecio del poder, es decir no se renueva una esperanza con los mismos de siempre.
Aunque el peso de la realidad resulta atroz y la violencia desatada no disminuya muchos representantes de la clase política están en la obsesión de las próximas elecciones, ahí se ven subiendo peldaños en su carrera aunque sin identidad ideológica, sin brillo y ausentes de talento.
La falta de empatía en muchos políticos es evidente, no acompañan a las víctimas ni tienen propuestas de índole legislativo para evitar y combatir la violencia, ellos van por lo suyo es decir por esa porción de poder.
Mientras el dolor a cuestas en los familiares de las víctimas de la inseguridad y la barbarie es desolador porque sus pérdidas así lo revelan, algunos integrantes de la clase política piensan en la próxima elección, así el cinismo y esa brutal falta de empatía.