Cada año los mejores deseos por la Navidad se comparten, se idealizan y se tiene el sueño por una paz que derive de la justicia para que la vida se vuelva sosegada y no martirizada por la violencia demencial que acapara espacios y cobra tantas vidas, son eventos que se cubren del espeso manto de la impunidad y, en muchos casos, de la desesperanza.
Por algunas razones en estas fechas decembrinas se registran problemas múltiples de una depresión cíclica, acaso por las nostalgias que llueven cual tórridas tormentas, las ausencias de tanta gente, los tropiezos y caídas que son el preámbulo del sufrimiento. Muchas cosas sombrías en ocasiones sin alguna explicación lógica.
En estos días de posadas suele aflorar la nostalgia, están presentes los ausentes y las marejadas de recuerdos agolpan la memoria para evocar momentos felices, es decir se revisa el pasado desde el presente para sintetizar historias de vida, probablemente en la infancia el encanto por estas fechas es superior porque el mundo se tapiza de los asombros exentos de malicia y se vive el medio día de la ingenuidad.
La Navidad está presente en este año 2024, uno que en nuestro país registra polarización, enconos y un caudal de reproches porque la clase política parece que diseñó su propia torre de Babel en donde cada cual utiliza su propio lenguaje, no hay espacio para una praxis que apele a los grandes valores paridos por la democracia.
La gran asignatura pendiente continúa sin resolver el problema de fondo que es la inseguridad, la narrativa cotidiana lo muestra, también se requiere de la autocrítica de los mandos políticos, aunque la soberbia de las elites suele ser sintomática. Por ejemplo, los graves problemas de Sinaloa con un gobernador anacrónico y falaz.
En nuestro país no sé si haya pausas porque la realidad es furiosamente violenta, el crimen organizado no deja de ser una amenaza para vaciar pueblos y motivar el temor mientras la impunidad se empodera.
El gobierno federal parece decidido a trabajar para disminuir la violencia, algunas capturas de delincuentes lo expresan aunque mucho falta aún por hacer, se ocupa de una atinada coordinación entre estados y federación, municipios y todos los involucrados porque es el momento de hacerlo, sin regateos. Es francamente inaplazable.
No obstante, más allá de los pesares habidos y por haber, de las incongruencias, contradicciones y más, siempre será oportuno expresar los mejores deseos en estas fiestas decembrinas, la sensibilidad no está extinta, como tampoco la empatía y la otredad.
El ideal o la utopía por la fraternidad es conveniente, se requiere de los nobles sentimientos que aportan su brillo y autenticidad, aunque para muchos sea un asunto menor, es el tiempo también de los abrazos y mejores deseos.
Sin esperanza el timón se perdería, la brújula del optimismo sería sustraída por el desencanto y al final todo terminaría por colapsarse.
Tenemos inmensidad de problemas en nuestro país, aunque siempre será oportuno contribuir para alcanzar los objetivos a favor de la paz, la legalidad y la justicia como derivado de la dignidad. Feliz Navidad.