Diversas lecturas se desprenden de los últimos Juegos Olímpicos celebrados en Tokio, urbe nipona que organizó dicha justa deportiva un año después de lo previsto a consecuencia de la pandemia global que se constituyó como azote contra la humanidad.
Las estampas de los estadios desolados resultaron atípicas como la nueva convivencia, las gradas desiertas por razones justificadas le agregaron un toque distinto que no pasó, obviamente, inadvertido.
La delegación mexicana reportó apenas cuatro preseas de bronce, podríamos decir que es un saldo normal de acuerdo a lo que tradicionalmente se obtiene cada cuatro años, en algunos casos ha sido incluso peor, una sola. Las olimpiadas en las que se logró una mayor cosecha de medallas fueron las de 1968, el año convulso que marcó en la historia aquel sangriento 2 de octubre.
El deporte no ha sido, históricamente, un tema que se trate como prioridad en materia de políticas públicas, de ahí que los ciclos del olimpismo no destacan por grandes logros, tal parece vale más el esfuerzo constante y disciplinado de algunos atletas que pese a todo logran un sitio estelar.
El fútbol logró el broce, la oncena tricolor lució en la justa, son jugadores profesionales y destacados a nivel casero en la Liga Mx, como Sebastián Córdoba, Alexis Vega y Luis Romo, por citar algunos que están rodeados de un entorno diferente, es decir profesional.
Ana Guevara prometió 10 medallas, quedó debajo de dichos pronósticos, los cuestionamientos no paran ante la magra obtención de preseas.
Estados Unidos logra el primer lugar en cuanto a las medallas conquistadas, China confirma su potencial, Japón el anfitrión por igual.
Es conveniente diseñar, operar y promover nuevas políticas con nueva planificación en materia del deporte olímpico si se pretende ser protagonista de verdad, de lo contrario no se avanzara más allá de las anécdotas, en algunos rubros que antaño se tenían logros ya no los reportan como la marcha o el boxeo. Algo sucede que imposibilita el crecimiento mexicano en las olimpiadas y es urgente una autentica transformación.
Habría que destacar que la organización de las limpiadas en suelo oriental lució impecable en cuanto a los protocolos y medidas anti covid, fue una competencia de la esperanza en un tiempo sumamente complicado por los alcances y trastornos que el virus ha provocado en el orbe.
Ondea la esperanza como la bandera gigante que se instalará en París 2024, esperamos sea superada la pandemia para aquel entonces para que la alegría manifiesta y los valores del deporte sean la tónica en la justa ecuménica que reúne a la elite deportiva del mundo.
Mientras eso sucede a raíz de las olimpiadas, los contagios del coronavirus mantienen números desalentadores en nuestro país, en gran cantidad de centros educativos habrá retorno a través de las plataformas digitales, porque de manera presencial se correrían mayores riesgos.