La noche le llegó al Partido de la Revolución Democrática en sus treinta años de existencia, en 1989 el entonces nuevo partido pudo registrarse gracias a Heberto Castillo, emblemática figura de la izquierda mexicana, que cedió el que tenía el Partido Mexicano Socialista. Fue un forje natural y previsible tras la odisea de los comicios de 1988 en el que se presume un fraude que despojó de la presidencia de la república a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
El PRD en la actualidad luce un panorama sombrío que lo sitúa al borde de la extinción con solo una gubernatura en su haber, la de Michoacán con Silvano Aureoles Conejo. Morena ha sido el destino de muchos cuadros relevantes, en su momento en el Sol Azteca comenzando con el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Monreal, Martí Batres, Cristóbal Arias y muchos más.
Ahora algunos de los voceros del PRD han dicho que cederán el registro a una organización que está en gestación y se le denomina Futuro 21, que sería dominada, de entrada por la corriente Nuevas Izquierda, también cabría Foro Nuevo Sol, en el que milita Silvano Aureoles.
A los nombres de perredistas tradicionales se sumarían los de Beatriz Pagés, José Antonio Narro y Gabriel Quadri, los dos primeros generan debate y reflexión que mucha falta hace.
Lo que es una verdad indiscutible es que la oposición luce reducida, no hay contrapesos efectivos, los pronósticos electorales para próximas elecciones en diversos estados son abrumadoramente a favor de Morena.
El PRD registró un problema recurrente en sus tres décadas de existencia, la falta de institucionalidad, proliferación de corrientes y el gandallismo como argumento. Las corrientes hicieron del perredismo un archipiélago en donde disputaban las tribus con toda fiereza las posiciones de poder. Un pastel cada vez más mermado.
El Sol Azteca fue decisivo para diseñar y operar transformaciones políticas en el país, la democratización avanzó, hubo la creación de órganos autónomos como el INE, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. En sus inicios el perredismo fue satanizado por el antiguo régimen, los fraudes electorales fueron testimonio de los afanes autoritarios durante el salinato.
El PRD dependió de caudillos, en sus 30 años de existencia sólo dos de sus militantes, que ya no lo son, fueron candidatos a la presidencia de la república, Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador. Sus bastiones electorales casi desaparecieron.
La mutación del PRD puede ser favorable, si maduran el proyecto, porque bien puede ser una alternativa que contribuya para vigorizar el debate público, la diversidad es común en las democracias y México demanda equilibrios porque el pasado que nos antecede es sumamente autoritario.
Parece ser un momento idóneo para promover el debate en torno a la agenda política de México, la democracia se fortalece con la diversidad y con argumentos sólidos. Es el momento de contrastar visiones de país, de construir ciudadanía y hacer política de calidad.