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sábado, abril 19, 2025

PROCESO ELECTORAL

teodorobarajas

 

México mantuvo durante mucho tiempo una cultura del fraude electoral, la alquimia, las triquiñuelas en las que votaban los muertos y todo un catálogo de malas artes fueron recurrentes en el pasado reciente, probablemente la plenitud de dichos actos se padecieron en 1988, año en que se cayó el sistema para maquinar un fraude contra el Frente Democrático Nacional.

Anterior a 1988, año en que Cuauhtémoc Cárdenas enfrentó a Carlos Salinas de Gortari, se presumió de un presunto fraude del gobierno contra Juan Andreu Almazán en 1940 para evitar la derrota de Manuel Ávila Camacho.

Muchos opositores han dado testimonio de lo casi utópico que resultaba ganarle al Partido Revolucionario Institucional en décadas pasadas, la simbiosis partido-gobierno fue una maquinaria afinada para ganar, a como fuera, a la oposición. Más de siete décadas en el poder del PRI parece explicarlo todo.

La creación del Instituto Federal Electoral fue una respuesta a la demanda de los comicios fraudulentos de 1988, cuya documentación al respecto fue extensa, detallada e incontrovertible. No deben olvidarse en la memoria colectiva todos los actos al margen de la ley en materia electoral.

Las condiciones actuales difieren a las vividas en 1988, tenemos un sistema de partidos que no es perfecto porque se trata de organizaciones humanas, prevalece la inequidad. Contamos con un árbitro que es el Instituto Nacional Electoral con todo y las polémicas que se han generado en los últimos años. La democracia en México no ha madurado lo suficiente aunque hay avances, por ejemplo la alternancia es una realidad.

Recién el presidente Andrés Manuel López Obrador expresó que será un guardián para evitar fraudes electorales en el proceso que se avecina, el mandatario fue integrante del Frente Democrático Nacional, contendió por la gubernatura de Tabasco, sabe de lo sucedido en aquellos años marcados por el autoritarismo. Si, sólo que su función no es la de ser vigilante de los procesos, su función es como presidente de la república y eso trasciende las lides partidistas porque debe gobernar para todas y todos con independencia de ideologías, fobias o filias.

Existen las instancias para deliberar las controversias en materia de elecciones como lo son el Instituto Nacional Electoral o el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, no es asunto del presidente porque compiten los partidos y candidatos, no es cuestión de quien despacha en Palacio Nacional.

A ciencia cierta nadie sabe cuáles serán los resultados del proceso que iniciará en septiembre y terminará el próximo año, aparentemente Morena lleva ventaja, aunque en política los imponderables suelen presentarse. Es una cuestión neta de las y los ciudadanos que habrán de acudir ante las urnas en las casillas para solventar el ritual efímero de sufragar.

El fraude electoral es delito grave, la democracia mexicana mantiene déficits porque la cultura política no se ha robustecido, basta escuchar la calidad del debate de los temas públicos, en redes sociales por ejemplo para saber que la crispación suplanta a la auténtica discusión de las ideas para encajonar el debate en un callejón sombrío en el que abundan los calificativos sin sustancia.

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