El 20 de noviembre se cumplió un aniversario más del inicio de la revolución de 1910, la exigencia por la democracia así como la desigualdad fueron motivos centrales que serían el combustible que hizo girar a los contingentes que comenzaron el episodio violento que cambio a México tras encarnizadas luchas entre los caudillos que disputaron el poder que había quedado vacante tras la renuncia de Porfirio Díaz luego de haberse mantenido durante 31 años en la silla presidencial.
Francisco I. Madero fue el presidente de la revolución, sembró la inquietud por la democracia liberal, sufragio efectivo no reelección fue la proclama y exigencia, efímera su gestión que sería cancelada tras la decena trágica que encabezó Victoriano Huerta.
Antes de ello, nuestro país no gozaba de fuentes democráticas en el pasado reciente, la inestabilidad política era más que evidente, por ejemplo Antonio López de Santa Anna estaría 17 años en el poder, Benito Juárez 15 y Porfirio Díaz 31. La revolución impactó hondamente a México, al final la lucha fue entre caudillos, Francisco Villa, Álvaro Obregón, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza; entre otros; al final quienes se asumieron ganadores son los norteños que proclamaron el Plan de Agua Prieta.
Fue otra época, obviamente, se trataba de un México mayoritariamente rural en el que el peso de la desigualdad social fue notorio, faltaba tiempo para el diseño y operación de las instituciones públicas, en 1929 Plutarco Elías Calles – en su carácter de jefe máximo- fundaba al Partido Nacional Revolucionario, antecedente del actual PRI, para aseverar que terminaba el tiempo de los caudillos e iniciaba el de las instituciones.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos promulgada el 5 de febrero de 1917 recogía reclamos de la etapa revolucionaria, tal fue el evangelio laico escrito por hombres libres. Con Lázaro Cárdenas cobró una gran importancia el reparto agrario que había sido bandera en 1910, principalmente por las demandas de Emiliano Zapata. Algunos señalan que la historia es un diálogo del pasado con el presente.
Podríamos afirmar que la revolución de 1910 demandó democracia y justicia social, un cambio de régimen, otro modelo de participación política que ahora sugiere un nuevo pacto que se puede alcanzar con la unidad nacional que actualmente parece una utopía por el alto grado de polarización imperante.
Por ejemplo, en la cámara de diputados con frecuencia está ausente el debate de las ideas porque éstas son sustituidas por conductas retrógradas que no abonan para elevar el nivel de la discusión, los insultos, la soberbia y la confrontación infecunda han construido un escenario que toma distancia de la civilidad, en pocas palabras decimos que no se hace política de verdad. La cámara es una caja de resonancia, aunque a últimas fechas más bien parece ser una caja de Pandora de la que brotan sandeces y procacidades al por mayor.
Tal vez sea el momento necesario para pensar en la refundación de México, se antoja improbable ello, aunque el primer paso sería la manifestación plena de la voluntad política.