Ya ha transcurrido medio siglo desde 1968, un año vertiginoso que terminó en un sacudimiento de conciencias que tuvo sus efectos de manera posterior para abatir viejos modelos e infiltrar el virus de la libertad bajo otros asideros, en aquellos tiempos las ideologías se pintaban con flores, actualmente parecen vivir el ocaso a manos del pragmatismo.
La solemnidad de generaciones pasadas recibía un nocaut con los guantes de la generación de posguerra, se gritaba la democracia, Vietnam fue invadido, la revolución cubana representaba un aire fresco y el rock representaba otro estilo de mirar la vida.
San Francisco recibía a jóvenes con flores en la cabeza, se invocaba al pacifismo, también se fumaba mariguana y los dedos ilustraban amor y paz.
México no escapaba de una densa trama que solía encontrar un final abrupto en la represión como sucedió la noche del 2 de octubre de esa anualidad 1968.
La memoria no ha sido acribillada a pesar de la interminable violencia, aún se recuerda aquel 2 de octubre en la plancha de la plaza de las Tres Culturas, el argumento fue violento, fue de metralla, la represión de un gobierno que, ulteriormente, se ufanaba de haber salvado al país; acaso hizo eco de una locuaz teoría de la conspiración judeo-masónica-comunista ideada por una rancia derecha para justificar el horror.
El mundo cambiaba aunque no con rapidez, gobiernos encabezados por tiranos, sátrapas de segunda y asesinos de primera cercaban los ánimos renovados de una generación que deseaba respirar un aire nuevo. En la plaza de Las Tres Culturas se padeció un ritual sangriento que permaneció cubierto bajo un sudario de impunidad hasta nuestros días.
No se sabe con exactitud cuántos jóvenes fueron acribillados, en aquellos tiempos sólo existía la versión única, no podía ser de otra manera, lo demás que se dijera era alentar el alcance de una conspiración mundial inspirada en motivos inconfesables.
Ese año de 1968 el mundo corrió de manera extraña, el autoritarismo de las derechas y las izquierdas parecían fusionarse en un monstruo que quería tragarse, a la mala, cualquier aire de libertad. En 1967 Ernesto Che Guevara moría asesinado en Bolivia, acto orquestado por el gobierno de Estados Unidos a través de la CIA. En 1968 llegó la Primavera de Praga atascada de tanques soviéticos, en París se desataba la poesía aquel mes de mayo para tomar las calles, los grafitis decían “Seamos realistas, exijamos lo imposible”.
También en 1968 asesinaban a Martin Luther King. En Tlatelolco la muerte aterrizó en forma de balas.
Casi medio siglo de aquel día que del soleado tornó rojo para escribir una página de terror.
Los tiempos que corren no tienen novedades como hace cincuenta años, no existen referentes cercanos, los partidos políticos actúan como franquicias para promover, en muchos casos, la mediocridad y el tedio.
Los candidatos en estos comicios del primero de julio han desdeñado un par de agendas: la ecológica y la cultural.
Hace medio siglo el mundo ofrecía esperanzas y el despertar de conciencias, ahora un hastío global.