Indiscutiblemente la marca que ha dejado un rastro agresivo y desolador ha sido la pandemia durante el año 2020, cuyo registro permanecerá como una noche anticipada en pleno medio día para demostrar la vulnerabilidad humana con los estragos derivados de un mal sin precedentes. Fue un gran eclipse que nubló vidas al afectar todos los ámbitos.
Las principales notas informativas con las coberturas en el mundo han girado en torno a la Covid-19, las cifras de muertes y contagios crecieron exponencialmente, la afectación económica propició otra cadena de consecuencias. Los problemas emocionales y mentales se incrementaron.
Inicia el 2021 con un panorama hasta cierto punto incierto, aunque la esperanza de la contención y del antídoto a través de las vacunas está presente, los medicamentos en los que se deposita la fe ya circulan por el mundo, incluyendo nuestro país, habría que ver la capacidad logística para su correspondiente distribución.
A segundo plano, o tercero, han pasado otros temas de impacto público. En México la polarización se mantiene como una práctica recurrente, cotidiana, el encono reviste la actividad política en donde se afila el pragmatismo para dibujar metas al corto plazo como ganar una elección.
La inseguridad se mantiene como un problema grave, cuyas soluciones para enfrentarlo no han sido claras ni contundentes, el presente con su dosis de brutalidad no debe refugiarse en los discursos en los que se culpa al pasado para suprimir la autocrítica.
La economía atraviesa momentos críticos, también en gran medida derivados de la pandemia, la propagación del coronavirus implicó el cierre de empresas con los saldos evidentes del desempleo creciente, carencia de ingresos y contracción. El fenómeno económico también circula a nivel mundial.
Inició el proceso electoral que concluye unos meses adelante, como mucho de lo que sucede u omite en el presente, los comicios serán atípicos, las campañas serán diferentes como es de esperarse porque ante el embate del virus no se deben efectuar los mítines tradicionales ni la convocatoria a las muchedumbres si se apuesta a un manejo responsable de la crisis de salud.
Cierto, ante el proceso electoral de nueva cuenta se reitera el crepúsculo de las ideologías y referentes doctrinarios de los partidos políticos, lo que vale para ellos, al menos para sus dirigencias, son los resultados con todo y un pragmatismo recargado que pulveriza la identidad.
El PAN, PRI y PRD anunciaron la alianza contra Morena, es legal aunque son discrepantes en sus agendas, declaración de principios y sus motivos fundacionales. Hace algunos años era impensable que fuésemos testigos de una sociedad entre los disímbolos, antagónicos, históricamente adversarios.
Esta alianza también evidencia la salud de la que goza la oposición en México, endeble. Es evidente que nuestro país ocupa de contrapesos, necesita una oposición sólida que enriquezca el debate para evidenciar contrastes, proyectos de nación, operación política y no sólo la descalificación fácil como elemento característico de nuestro ecosistema social.
En fin, este año ha sido complicado con una pandemia descomunal que no se preveía fuera a suceder, el confinamiento en muchas personas y la negligencia en muchas más le dieron un tinte gris, desolador que infectó de soledad. La llama de la esperanza no debe apagarse, al contrario, debe estar encendida para vivir un mejor 2021. Feliz año!