Nada permanece igual, las organizaciones registran mutaciones en medio de un proceso dialéctico con todo y que les marque su origen, algunas se adaptan a los nuevos entornos y contextos, otras desaparecen o cambian radicalmente como respuesta a nuevas dinámicas que siembran una nueva realidad, en ese camino parece transitar el Partido Revolucionario Institucional.
Morena es un movimiento que aún no se ha cimentado como un partido institucional aunque luce como favorito para las próximas elecciones, más allá de lo que haga el partido del presidente lo que destaca ha sido la inoperancia de la oposición con todo y que se aglutina en un frente pragmático para alcanzar posiciones que representen combustible para el 2024.
El PRI fue durante décadas una maquinaria avasallante porque fue un brazo electoral del antiguo régimen, un experimento simbiótico que echó raíces y mantuvo la hegemonía durante más de 70 años desde la fundación en 1929 hasta la primera alternancia en el siglo XXI, posteriormente retornó al poder en el año 2012 aunque con oscuros resultados para perder de nuevo en 2018.
El viejo PRI nació desde el poder con la visión de Plutarco Elías Calles, distribuirlo fue una de las causas trascendentes de este partido por la vía institucional para, en teoría, combatir caudillismos y aspirar a oro modelo. Se trataba de otro México que comenzaba a diseñar nuevas instituciones con la influencia revolucionaria, así se mantendría en la cúspide, bajo esa conducción se registró el desarrollo estabilizador, posteriormente la etapa de las crisis recurrentes que iniciaron al final de la administración de Luis Echeverría Álvarez en 1976 y que tocó su pico más alto con el famoso error de diciembre de 1994 al inicio del sexenio que gobernara Ernesto Zedillo.
Fueron tiempos en que un solo hombre decidía lo que habría de pasar en el Revolucionario Institucional, el presidente con sus poderes metaconstitucionales, los otros poderes se subordinaban con docilidad.
Actualmente las circunstancias exhiben a un PRI disminuido y con alcances limitados, colecciona derrotas electorales y sus liderazgos del presente no lucen con solidez, algunos cuadros representativos han sido reclutados por el gobierno federal que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, parece que la alianza entre PRI, PAN y PRD naufraga.
Se podría decir que el PRI ha sido una escuela de cuadros para otras formaciones partidistas, los directorios de diversas fuerzas políticas así lo reflejan, eso es indudable.
No se observa cómo podría repuntar el tricolor ni siquiera en alianzas antes impensables con sus no tan antiguos opositores, pareciera que dichas coaliciones son el intento natural de sobrevivencia.
Como oposición el PRI no ha funcionado, no está en su ADN, le marca su propio origen que fue el poder, como antagonista del actual gobierno luce frágil y reduce las posiciones que antes administró son facilidad.
Las alianzas de partidos políticos, ninguno escapa de ello, revelan el quiebre de las ideologías, perfilan el corto plazo y en suma describen una concepción maquiavélica como lo representa la obtención del poder.
