Algunas tradiciones mexicanas gozan de buena salud en el siglo XXI, otras registran alguna afectación; las influencias foráneas no provocan una gran merma a lo nuestro en dicha materia, es decir no han arruinado el sentir originario que suele pintarse de colores en estas fechas de la festividad por el Día de Muertos.
Los nutrientes de la cultura, en muchos casos, se agrupan en las tradiciones y costumbres que son para los pueblos el sudario de la identidad. Nuestro país es diverso en tanto resguarda e impulsa una rica historia en manifestaciones culturales que son sello distintivo de la mexicanidad, entendida ésta como una mezcla de colores y sentires.
El culto a la vida es también el culto a la muerte escribió Octavio Paz, la cosmogonía de Mesoamérica en relación con ese trance fue enriquecedora, posteriormente se fusiona, se mezcla con el simbolismo católico para articular rituales que hoy día atestiguamos y valoramos.
Para los purépechas, la muerte no es más que una prolongación de la vida, el paso natural e inexorable, no se concebía como en la actualidad de occidente.
El universo purépecha estaba formado por tres lugares: el cielo –auándaro-, la tierra –echerendo-, y el mundo de los muertos –uarichao-.
Al instalar los altares se perciben los cuatro elementos antiguos del hombre, la tierra que se representa mediante las frutas de ofrendas, el agua a través de las bebidas que el difunto acostumbraba en vida, el fuego a través de las veladoras, el papel picado al aire, principalmente estos símbolos se destacan en la Meseta Purépecha, varía con relación a la zona Lacustre.
Para los mexicanos la muerte es entendida de maneras diversas, será porque el drama y lo lúdico se juntan o tal vez por nuestra abigarrada cultura, la raza cósmica fusionada de rasgos distintos que al amalgamarse son el cemento unitivo.
Nuevamente me remito a Octavio Paz quien escribió: Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con paciencia, desdén o ironía.
Eso dijo Paz, somos un pueblo sui generis que aún mantiene vigente su resplandor, la historia y homenaje a los ancestros.
Aunque también sucede que a la par que se realizan las actividades culturales de Día de Muertos como tradición mexicana también se registran las manifestaciones del Halloween, costumbre de origen céltico distante de nuestras raíces históricas o los desfiles de zombis.
Actualmente en este 2024 vivimos una coyuntura dramática por numerosos homicidios dolosos, la seguridad es un gran pendiente gubernamental, más allá de lo anteriormente descrito en cuanto a las tradiciones nuestras.
Las tradiciones como sello cultural reiteran una vez más su vigencia, articulan sentimientos populares, reflejan signos cosmogónicos que evocan identidad y pertenencia. El drama y la risa cabalgan, compañeros de viaje. El Día de Muertos en México es un mosaico que traza rasgos de identidad.