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domingo, noviembre 24, 2024

ESTADO DE DERECHO

teodorobarajasEn ocasiones parece que el estado de derecho en México no va más allá de ser una ilusión, ser un ideal que raya en la utopía porque la violencia que se padece a diario suele lacerar esa esperanza porque el plomo mata y la delincuencia organizada está desafiante.

En las últimas semanas el mural de la inseguridad creció, imágenes y videos transitan por medios digitales al por mayor para dejar constancia clara de actos absurdos y sangrientos; en Zamora un convoy de camionetas, presuntamente tripuladas por integrantes del Cártel Jalisco Nueva Generación, irrumpieron la madrugada el domingo 26; en la Huacana, también Michoacán, un grupo de lugareños despojaron de sus armas a soldados y los privaron de su libertad.

Es obvio que el tema de la inseguridad continúa como el principal problema del gobierno federal, la apuesta es en la Guardia Nacional una vez que se aprobó todo el andamiaje jurídico, la coordinación con las entidades federativas y municipios será fundamental, no caben las mezquindades porque el problema es mayúsculo y a todos afecta.

La impunidad ha sido un severo flagelo durante muchas décadas en nuestro país, en los últimos tiempos la violencia creció exponencialmente, con ello se han multiplicado los linchamientos que dejan en claro el síntoma de la desesperación y la falta de creencia en las autoridades. Se han normalizado las imágenes de actos en que la gente se va contra los presuntos maleantes con saldos fatales, en ocasiones se ha probado que los linchados eran ajenos a los delitos que imputaban los inconformes. El resultado es más impunidad.

La narrativa suele ser dantesca, pareciera que no hay comarca en México que esté blindada contra el accionar de la delincuencia, ya no resulta hablar del pasado como principal fuente de abastecimiento para un presente caótico sino de los resultados de la actualidad porque es donde duele, el mandatario Andrés Manuel López Obrador culpa a la mafia del poder porque dice le heredaron un desastre, si, por eso una mayoría de electores optaron por su candidatura y lo llevaron a Palacio Nacional ahora lo que se demanda es el cumplimiento a sus promesas.

No caben los matices, la inseguridad salvaje cabalga, los homicidios dolosos continúan dejando su rastro, no es tiempo de repartir culpas sino de perseguir los delitos, aplicación de la norma y la asunción plena de la responsabilidad que la ley contempla.

Si, es tiempo de la pacificación del país en serio y no sólo en los afanes repartidos en los discursos, es momento de actuar con responsabilidad y ello implica dejar de lado la demagogia. No hay excusa ni pretexto que impida vigorizar al estado en una lucha contra la delincuencia que muestra el músculo sin recato.

Nadie discute que en el pasado reciente hubo yerros, acciones fallidas y mal diseñadas para abatir el hampa. No se desconoce que el saldo dejado en el sexenio anterior fue más que escandaloso en el rubro de la corrupción y si le buscamos encontraremos acciones y omisiones que fueron en detrimento de la sociedad.

Si, muchas crónicas del pasado son verídicas, pero ahora nos ocupa el presente y ahí debe ponerse el acento o también se escribirá otra historia fallida.

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