Los daños que ha dejado la pandemia no han terminado de contarse porque implican diversos rubros, la salud, las finanzas, la movilidad y otras dificultades engendradas por la problemática que acarreo el padecimiento global, de a poco retornan algunas actividades sustantivas como las actividades escolares aunque no se pueden descartar riesgos.
De pronto en estos tiempos, bajo el signo sombrío de la pandemia, nos encontramos con que las plataformas digitales se volvieron de una importancia definitiva para muchos quehaceres cotidianos, por ejemplo los procesos de enseñanza aprendizaje, la comunicación, asuntos de negocios, en fin, todo un compendio de interacciones.
Hay quienes aseguran que la vida no volverá a ser la misma dados los alcances que ha provocado la enfermedad del siglo que se dispersó por todos los continentes para cobrar vidas y cortar de tajo tantos planes y proyectos. La economía registra daños, en muchas regiones la violencia se ha empoderado, la vacunación anti Covid-19 avanza aunque no de acuerdo con lo programado, incluso en algunos países se padecen nuevos brotes.
El siglo XXI ha estado marcado por la pandemia, la decadencia de las ideologías, la globalización; en nuestro país también por la alternancia en el poder que inició justamente con el siglo luego de décadas de un modelo monolítico en el que se arraigó el fraude electoral y precarias opciones democráticas. Actualmente vivimos el auge del pragmatismo.
Aún no termina la pandemia, se aventuran pronósticos que en más de una ocasión son desbaratados por la realidad con sus cifras, registros y pérdidas que representan tragedias multiplicadas.
La vida continúa en medio de una compleja realidad en donde la incertidumbre es un elemento presente, el temor se enquistó en nuestro tiempo, el problema de salud que causa estragos por el mundo pareciera es un bicho apocalíptico que no da tregua, máxime al observar la negligencia y carencia de empatía que se percibe al conocer de eventos masivos en donde mucha gente parece que no sabe o simula no saber la gravedad en esta emergencia sanitaria.
Se regresa a las aulas en nuestro país, bien por la reanudación presencial aunque los riesgos no están eliminados, incluso mucha gente que ya ha recibido su proceso de vacunación se ha vuelto a contagiar, se han dicho muchas cosas, se han proyectado pronósticos y diagnósticos aunque no han resultado exactos, la zozobra continúa.
Mientras la pandemia continúa, en nuestro país la violencia no concluye y lo peor es que parece que se normaliza porque homicidios dolosos masivos ya no provocan tantas reacciones como hace algunos años, este es un signo preocupante porque la realidad indica que está a punto de abatirse la capacidad de asombro, se trata de un asunto terrible porque parece que la impunidad se queda como un tipo de epidemia que todo lo contagia.
Son muchos los signos ominosos en nuestra actualidad, no estaría por demás retornar a la axiología que establece valores y plantea el deber ser, de lo contrario llegará la noche antes de lo esperado.