La inseguridad galopa un día sí y otro también, la realidad nos muestra muchas manifestaciones al respecto, actos criminales consumados en diferentes puntos de nuestro país, matanzas, incertidumbre que desata el pánico, regiones copadas por el crimen organizado para robar tranquilidad y amenazar la convivencia social.
Se ocupa una estrategia de gran dimensión para afrontar y confrontar poderes fácticos que se manifiestan cotidianamente, el estado tiene como finalidad perseguir los delitos y a quienes los cometen como lo establecen las leyes vigentes, procurar el bien común que implica seguridad para perfilar un nuevo modelo de combate a la delincuencia, no como el que se operó en los tiempos de Felipe Calderón en la presidencia que careció de una auténtica táctica y estrategia y los resultados fueron de miedo.
No se debe soslayar la alta incidencia delictiva, la realidad sin maquillaje ofrece escenarios devastados con un tejido social maltrecho, no obstante dicha problemática no se aborda porque nuestra clase política se vuelve cada vez más tóxica al producir debates infecundos que distan de articular consensos en temas de interés común, tal parece todos tienen la mira en la siguiente elección aunque el presente parecen no asumirlo y al final se pierde todo por nada.
Las más altas tribunas de la nación son secuestradas para llenar los recintos de exabruptos, necedades y frivolidades que al final producen chabacanerías que no tienen mayor repercusión cuando los temas de la inseguridad, impunidad y corrupción no se abordan con seriedad y ello abona más al desprestigio de la clase política en la hora crepuscular de las ideologías.
La narrativa actual está conectada con los escándalos, las masacres y los grandes vacíos que se llenan de la peor manera, no existe autocrítica en los diferentes niveles de gobierno, abunda la polarización y el maniqueísmo para que cada cual defienda su verdad aunque en muchos casos no pase de los artificios argumentativos repletos de demagogia.
El pacto social es soslayado porque la responsabilidad se deja de lado ante los embates furiosos del hampa mientras la sociedad vive en el desamparo, algunas ciudades del país están catalogadas entre las más inseguras del mundo, ello es una señal ominosa que refleja una realidad de espanto, recordando un verso de Joan Manuel Serrat: nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
El estado debe hacer su parte en esta hora difícil, generar las condiciones de seguridad, tratar de alcanzar la pacificación porque cuenta con el monopolio legal de la violencia legítima, y no termina ahí esa responsabilidad porque es momento de la recuperación de espacios públicos, avanzar por los rieles del arte y la cultura para restaurar el tejido social a través del terreno de lo sensible.
Aunque la cultura es una de las asignaturas más olvidadas, por lo regular cuando se habla de recortes presupuestales es una de las áreas más afectadas aunque la demanda va en sentido contrario porque lograr la paz no solo implica la coercitividad del estado sino auténticas políticas públicas que se constituyan como auténticas fortalezas para alcanzar una realidad diferente que al menos refleje una esperanza verdadera para que no llegue la catástrofe.