Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Tal es el micro cuento de Augusto Monterroso, eso nos lleva a recordar al Partido Revolucionario Institucional que este mes de marzo cumplió 91 años desde que Plutarco Elías Calles lo fundara en 1929, fue una opción para distribuir el poder en las fuerzas vivas, en los caciques que aún estaban enclaustrados en el olor a pólvora tras la revolución.
El PRI que antes fue un apéndice de los gobiernos vive distante de sus viejas glorias, de un pasado que algunos miraban como si la eternidad se reflejaría en dicho instrumento de y para el poder, Cada presidente de dicha extracción impondría una moda, aunque el último de ellos ha quedado marcado por los escándalos de una corrupción evidente que no deja de escribir historias de índole penal.
El PRI dejó de ser el partidote que aglutinaba a los entes corporativos, en las elecciones de 2018 fue vapuleado por el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador y aún no se repone de semejante revés.
La historia moderna de México no se explicaría sin el PRI, construido por el general Plutarco Elías Calles como Partido Nacional Revolucionario para operar un sistema y método de la distribución del poder por la vía pacífica, el tricolor nació desde el poder y por ello se le complica ser oposición, no está en su ADN. No sabe cómo asumir los costos. Su propio génesis ha sido un curioso determinismo.
Plutarco Elías Calles señalaba hace 91 años que acababa la era de los caudillos para dar paso a las instituciones de la revolución, aunque en todo caso el oriundo de Guaymas fue el concentrador del poder real, puso y quitó presidentes. Fue el jefe máximo, el caudillo por antonomasia hasta que fue expulsado por su antiguo discípulo: Lázaro Cárdenas del Río.
El PRI no cuenta en la actualidad con liderazgos emergentes, su nomenclatura se ha hecho vieja, no conecta con los jóvenes y se ha quedado sin banderas, sacudido por historias oscuras de corrupción, sus voces que acostumbraban pontificar han pasado al ostracismo, el silencio elocuente del autoexilio.
El dirigente nacional del tricolor, Alejandro Moreno Cárdenas, no ha tenido mayor impacto como tal, recién iniciaba la campaña publicitaria échale la culpa al PRI y vino la detención de Emilio Lozoya, ex director de Pemex y las redes sociales terminaron por vapulear a su partido.
El PRI fue el partido de personajes contrastantes, Lázaro Cárdenas y Gonzalo Santos; Carlos A. Madrazo y Gustavo Díaz Ordaz, Luis Donaldo Colosio y Carlos Salinas de Gortari; el tricolor fue el de los gobiernos del desarrollo estabilizador y del neoliberalismo.
Actualmente el PRI está noqueado, las consecuencias de un gobierno extraordinariamente corrupto como el de Enrique Peña Nieto surtió efectos nocivos, lo mismo con la praxis depredadora de algunos ex gobernadores de la misma extracción, como los Duarte y compañía. La debacle electoral de 2018 fue previsible, histórica, irrefutable.
No se vislumbra, por ahora, como se habrá de fortificar el priismo porque no hay signos que digan lo contrario. Vivimos el ocaso de las ideologías y el auge del pragmatismo. El PRI aún sigue en shok